Ir al contenido principal

No estoy donde quiero, pero ya no estoy donde solía estar

A veces me cuesta ver lo que he avanzado. Me enfoco tanto en todo lo que me falta, en lo que aún no he logrado, que olvido mirar atrás y reconocer que ya no estoy en el mismo lugar de antes. No estoy donde quiero estar, es verdad, pero tampoco estoy donde solía estar. Y eso, aunque no lo diga mucho, me hace sentir orgulloso.


No ha sido fácil. He tenido días de silencio, de dudas, de querer rendirme. Días en los que sentí que por más que lo intentara, nada cambiaba. Pero poco a poco fui entendiendo que el verdadero cambio no siempre se nota en lo que hago, sino en cómo empiezo a ver la vida, en cómo empiezo a reaccionar, en cómo me hablo a mí mismo.

Como dijo Carl Jung: “No hay despertar de la conciencia sin dolor.” Y sí, duele crecer. Duele dejar atrás lo que nos da comodidad, lo que conocemos, incluso cuando ya no nos sirve. Pero hay algo dentro de mí que insiste, que no se conforma, que me empuja a seguir buscando, a seguir caminando.

John C. Maxwell decía que “el éxito es el resultado de pequeños esfuerzos repetidos día tras día.” Y aunque a veces siento que avanzo muy lento, también sé que cada paso cuenta. Cada pequeño cambio, cada decisión que tomo con más conciencia, es parte de mi proceso.

Hoy reconozco que ya no soy el mismo de antes. Ya no reacciono igual. Ya no me hablo con tanto juicio. Ya no me detengo en el mismo punto. Estoy aprendiendo a tenerme paciencia, a darme tiempo, a valorarme incluso cuando siento que no estoy haciendo suficiente.

Porque el verdadero cambio empieza dentro. Y si algo me ha enseñado este camino, es que crecer no siempre se trata de hacer más, sino de ser más. Más honesto, más auténtico, más fiel a lo que soy.

Mandy Hale escribió una frase que me marcó: “El crecimiento duele. El cambio duele. Pero nada duele tanto como quedarse atascado en un lugar donde no perteneces.” Y es cierto. Ya no quiero seguir en el mismo lugar de siempre, aunque aún no tenga claro hacia dónde voy. Lo importante es que decidí moverme. Y esa decisión lo cambia todo.

Hoy me abrazo en medio del proceso. Me reconozco. Me celebro, aunque sea en silencio. Porque no estoy donde quiero estar, pero ya no estoy donde solía estar. Y eso, para mí, ya es un avance.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La batalla del alma

El miedo es una sombra que se adhiere a nuestra mente y paraliza nuestras acciones. Nos susurra al oído, sembrando dudas e incertidumbre, haciéndonos creer que no somos lo suficientemente fuertes, capaces o valiosos. Todos lo hemos sentido alguna vez, ya sea frente a un desafío personal, profesional o incluso ante lo desconocido. Sin embargo, el miedo no es más que una barrera mental. Si logramos entenderlo, podemos trascenderlo y convertirlo en un motor para nuestro crecimiento. “El mayor error que puedes cometer en la vida es tener miedo de cometer errores.” – Elbert Hubbard El origen del miedo Desde pequeños, crecemos con temores inculcados por la sociedad, la familia y nuestras propias experiencias. Algunos son naturales y nos protegen del peligro, pero muchos otros son simples construcciones mentales: límites que nosotros mismos nos imponemos. Tememos lo que no comprendemos, evitamos riesgos por miedo al fracaso y buscamos seguridad en la conformidad. El miedo al error, al ...

Palabras que nacen del momento

 A veces, como el mar en esta imagen, nos encontramos sumidos en el silencio de nuestras emociones, buscando respuestas que parecen lejanas, como estrellas en el cielo. La tristeza, la soledad y el dolor pueden envolvernos, haciéndonos sentir perdidos, sin el consuelo de las olas que antes nos abrazaban con su canto. Y, sin embargo, en esos momentos de quietud y reflexión, es posible que la paz que buscamos esté más cerca de lo que imaginamos. Tal vez el mar, como nosotros, solo necesita tiempo para sanar, para recordar que las olas siempre vuelven, y que, aunque a veces las estrellas parezcan lejanas, siempre estarán observando desde lo alto. Quizás, al igual que el mar, todos tenemos momentos de duda y angustia, pero también podemos encontrar consuelo en la quietud, en la espera, y en la esperanza de que la tormenta pasará. Quizás, el mar ya no recuerda su canto, pero eso no significa que haya dejado de ser el mar. Y, aunque su dolor persista, siempre habrá una luna que refleje ...

Creciendo a través de los relatos

  Reflexión: Cada relato, cada historia que leemos o escribimos, tiene el poder de transformarnos. A través de las palabras, no solo creamos mundos y personajes, sino que también exploramos emociones, aprendizajes y partes de nosotros mismos que a veces desconocemos. Las historias nos permiten vivir experiencias que quizás nunca experimentemos en la realidad, pero que nos enseñan lecciones valiosas. En cada cuento hay una verdad escondida, en cada narración hay un reflejo de la vida misma. Al escribir, damos forma a pensamientos, enfrentamos miedos y encontramos respuestas que, de otro modo, tal vez nunca hubiéramos descubierto. Crecer a través de los relatos es entender que cada historia, ya sea real o imaginaria, lleva consigo un mensaje. A veces es una enseñanza clara, otras veces una sensación que nos deja pensando por días. Pero siempre, de una u otra manera, nos cambia. Porque las palabras no solo cuentan historias; también nos ayudan a escribir nuestra propia evolución. ...