Hay momentos en la vida en los que todo parece detenerse, menos el tiempo. Caminas, pero no sabes si estás yendo hacia algún lugar o simplemente sobreviviendo el día. Te levantas, haces lo que debes hacer, sonríes por costumbre, pero por dentro hay un silencio que pesa, una pregunta que no se va: “¿Para qué todo esto?”
Y sin embargo, sigues.
No por tener fuerzas. No porque todo esté bien. No porque la vida te lo ponga fácil. Sino porque hay algo muy dentro de ti que no ha dejado de creer. Una chispa que, aunque tenue, aún arde. Una voz que no grita, pero que se mantiene firme y dice: “Aguanta un poco más.”
Cuando la claridad no llega
Es normal no tenerlo todo claro. Es normal sentirte perdido, desconectado o confundido. La vida no viene con un mapa perfecto. No todos los caminos están iluminados. A veces hay que caminar a oscuras, guiado solo por la intuición, por una esperanza que no sabes de dónde viene, pero que se rehúsa a morir.
No tienes que tener todas las respuestas para avanzar. A veces lo único que necesitas es dar un paso más. Solo uno.
Y después, otro.
Porque muchas veces, la claridad no llega antes de moverte, sino después de haberte atrevido a seguir.
Lo que construyes sin darte cuenta
Cada paso que das, por pequeño que sea, va sembrando algo dentro de ti. Quizá no lo ves aún, pero estás creando fortaleza. Estás desarrollando paciencia. Estás aprendiendo a sostenerte en medio de la tormenta.
Estás construyendo algo que no se ve, pero que un día se notará.
Nadie ve lo que cuesta levantarse cuando el alma pesa. Nadie escucha las batallas internas que enfrentas cada mañana. Pero tú sí lo sabes. Y eso es suficiente.
Cada vez que eliges seguir, incluso con miedo, incluso cansado, estás honrando tu historia. Estás honrando tu proceso. Estás diciéndole al mundo que no te vas a rendir.
La lucha que no se ve
Las batallas más grandes no siempre son las que se libran afuera. Muchas veces, la guerra verdadera ocurre en lo más profundo de ti. En esos momentos en los que nadie te ve. En esos instantes donde decides continuar, aunque el corazón esté roto, aunque la mente dude, aunque el cuerpo tiemble.
Seguir no siempre se ve glorioso. A veces se ve como una persona que se levanta tarde, pero se levanta. Que llora, pero no se rinde. Que no tiene certezas, pero aún cree en la posibilidad de algo mejor.
Y eso, eso es lo que te hace fuerte.
El camino se revela caminando
No siempre sabrás a dónde vas. Pero eso no significa que estés perdido. A veces, el camino no aparece hasta que das el primer paso. No porque no exista, sino porque no puede mostrarse hasta que tú decidas moverte.
La vida no siempre te da garantías, pero sí te da oportunidades. Y cada paso, aunque incierto, puede ser el inicio de una nueva historia.
Reflexión final
No necesitas saber a dónde vas para confiar en tu andar.
No necesitas sentirte seguro para avanzar.
No necesitas tenerlo todo resuelto para empezar a construir tu cambio.
A veces, lo más valiente que puedes hacer es decirte a ti mismo:
“Hoy tampoco tengo todas las respuestas… pero voy a seguir.”
Porque en ese seguir hay transformación.
Porque en ese caminar incierto, se esconde una fuerza que te está moldeando.
Y porque, tal vez, justo después de esa curva invisible, te espera algo que lo cambiará todo.
Sigue, aunque no sepas a dónde vas. Porque tal vez, solo tal vez, estás más cerca de lo que imaginas.
Comentarios
Publicar un comentario